Las tecnologías digitales llegaron a nuestras vidas como herramientas que nos facilitaban el hacer. A fines del siglo XX llegaron las primeras PC, luego internet y finalmente los teléfonos móviles. Y con ellos, las plataformas. Hoy, esas mismas tecnologías ya no son herramientas, sino entornos, ecosistemas en los que vivimos inmersos. Porque ya no se trata de usar una aplicación o conectarse un rato: lo digital se ha vuelto el espacio donde se crea valor, se negocia el amor, la política, el trabajo, la educación, la verdad.
Y eso tiene consecuencias enormes.
De a poco, y sin darnos cuenta, pasamos de usar tecnología a vivir en ella. Las pantallas dejaron de ser ventanas hacia el mundo y a una “ciber realidad” para convertirse en el mundo mismo: en “la realidad”. Cada vez más aspectos de nuestra existencia -desde el ocio hasta la identidad, desde el activismo hasta la amistad- se dan dentro de plataformas y redes mediadas por algoritmos.
¿Qué significa realmente habitar este nuevo entorno?
Habitar no es simplemente estar en un lugar. El filósofo Martin Heidegger decía que habitar es el modo en que los humanos existen en el mundo, no solo como ocupantes, sino como seres que cuidan, modifican y significan el entorno. En urbanismo o sociología, se habla de habitar como algo más complejo que residir: implica establecer vínculos con el espacio, con otros y con uno mismo.
Es vivirlo, apropiárselo, transformarlo y ser transformado por él. Es darle sentido al espacio, establecer relaciones, construir memoria, identidad y prácticas dentro de él.
Habitar no es solo estar en un lugar. Es vivirlo. Es construir sentido, tejer vínculos, apropiarse del espacio y dejarse transformar por él. En el mundo físico, habitamos cuando convertimos una casa en hogar, una calle en recorrido propio, una plaza en punto de encuentro.
En lo digital, pasa algo similar: habitamos cuando dejamos de ser simples usuarios o espectadores y pasamos a ser parte activa de ese espacio. Cuando publicamos, interpelamos, intervenimos, creamos, nos vinculamos, discutimos y construimos identidad.
Habitar lo digital es reconocer que las tecnologías digitales no son simplemente una herramienta “neutral”: sino que conforman un entorno que nos moldea tanto como es moldeado por nosotros. Es asumir que nuestras vidas ya no solo transcurren en el mundo físico, sino también en el espacio “intangible” de las pantallas, redes, y plataformas, desarrolladas por algoritmos.
Como todo hábitat, lo digital nos exige aprender a estar, a pensar, a convivir a organizarnos socialmente y a resistir en este nuevo ambiente.
Habitar es diferente de consumir
Una cosa es consumir contenido digital como usuario pasivo, y otra muy distinta es habitar lo digital como sujeto activo, crítico y creativo.
Habitar es una práctica: requiere tiempo, atención, presencia y conciencia.
Significa:
- Construir identidad digital (¿quién soy en redes?).
- Participar activamente (intervenir, interpelar, crear, discutir)
- Apropiarse (adaptar las tecnologías a nuestras necesidades, aprender a desarrollarlas y limitarlas .
- Reconocer que ese espacio tiene reglas, estructuras y consecuencias.
- Ser consciente de cómo ese espacio nos afecta y cómo lo afectamos.
No habitamos igual una red social, un videojuego o un foro: cada espacio digital tiene su gramática, su cultura, su arquitectura. Y nosotros aprendemos a movernos en ellos, a veces sin cuestionarlos.