
¿Es posible que la familia -ese espacio íntimo, concebido como núcleo de la vida social- estuviera siendo reconfigurado por las mismas lógicas que gobiernan las redes sociales y el comercio digital? Esa es la línea de investigación que plantea el libro La plataformización de la familia: hacia una agenda de investigación, una obra colectiva que aborda cómo las plataformas digitales están transformando la vida familiar, sus dinámicas internas y externas, y propone un marco para la investigación futura.
Editado por Julian Sefton-Green, Kate Mannell y Ola Erstad y de acceso abierto, el libro -publicado el 28 de noviembre de 2024- es el resultado de un seminario celebrado en Oslo en mayo de 2023, que reunió a académicos del proyecto CHANSE (PlatFAMs), financiado con fondos europeos, y del Centro Australiano de Excelencia para el Niño Digital.
En el seminario, los ponentes describieron y reflexionaron sobre diversos proyectos de investigación que examinan cómo el uso de plataformas está cambiando a las familias y cómo estas median en su uso. El debate sobre estos proyectos implicó conversaciones más amplias sobre cómo conceptualizar e investigar la naturaleza y el papel de las plataformas en la vida social, así como la revisión de la familia como unidad de análisis sociológico. Estas conversaciones dieron origen a una agenda para la investigación de la plataformización familiar.
Desde el uso de asistentes virtuales en la cocina hasta las videollamadas que conectan abuelos y nietos en diferentes continentes, el libro nos invita a mirar más allá del fetichismo tecnológico y a reconocer que lo que está en juego no es solo el uso de herramientas digitales, sino una reconfiguración profunda de nuestras relaciones, rutinas y afectos.
Las plataformas como nuevo centro de gravedad doméstico
El texto propone el concepto de “plataformización” no como un fenómeno tecnológico neutral, sino como un proceso que reorganiza nuestras prácticas sociales. Inspirado en autores como Anne Helmond y José van Dijck, se advierte cómo estas arquitecturas digitales -abiertas y profundamente controladas al mismo tiempo- están absorbiendo actividades cotidianas como la crianza, el ocio, la comunicación y el cuidado, desplazando a menudo las lógicas propias del entorno familiar.
Lo interesante no es tanto la tecnología per se, sino cómo esta estructura modular y centralizada ejerce poder sobre lo íntimo, afectando la forma en que “hacemos familia”. La metáfora es clara: las plataformas funcionan como un nuevo orden doméstico, pulcro, estandarizado, reglado… en evidente tensión con la desordenada, caótica y profundamente emocional realidad de los hogares.
De “hacer familia” a “gestionar familia”
Uno de los aportes más valiosos del libro está en su insistencia en ver a la familia como una práctica, no como una institución estática. A través de una lente relacional, los autores analizan cómo se negocia -colaborativa o conflictivamente- el uso de plataformas en los espacios compartidos. No hay tecnodeterminismo: las familias también ejercen agencia, resisten, reconfiguran.
Sin embargo, en el caso de la crianza, el libro advierte una creciente dataficación: aplicaciones que cuantifican el sueño del bebé, algoritmos que sugieren rutinas de alimentación, métricas que prometen optimizar el “buen cuidado”. Esto ha derivado en lo que Deborah Lupton denomina “dataveillance cuidadosa”: un tipo de vigilancia vestida de amor que, sin quererlo, puede derivar en nuevas formas de control y ansiedad parental.
El hogar como frontera porosa y red en expansión
Las plataformas desdibujan los límites del hogar. Lo expanden -permitiendo el contacto con familiares lejanos-, pero también lo invaden. Los llamados “agujeros de gusano digitales” permiten que actores externos participen en rutinas familiares, lo que puede ser tanto enriquecedor como intrusivo.
Por otro lado, la domesticación de las plataformas no ocurre de manera homogénea. El libro subraya la diversidad de estructuras familiares -migrantes, ensambladas, LGBTQ+, multigeneracionales- y cómo estas enfrentan desafíos únicos frente a modelos tecnológicos sesgados y, en muchos casos, diseñados para la familia blanca, nuclear y de clase media.
¿Y desde América Latina, qué?
Aquí es donde el texto invita -más por omisión que por intención- a una lectura crítica desde nuestro sur geográfico y simbólico. Porque si bien los estudios y ejemplos provienen en su mayoría de contextos europeos con alta conectividad, alfabetización digital y poder adquisitivo, la realidad de las familias latinoamericanas sigue atravesada por brechas tecnológicas profundas, desigualdades estructurales y relaciones con la tecnología mucho más híbridas, fragmentadas y creativas.
En nuestros territorios, donde coexisten la conectividad intermitente, el acceso limitado a dispositivos y la reinvención constante de usos tecnológicos, la plataformización no avanza con la misma lógica ni con el mismo ritmo. ¿Cómo se vive, por ejemplo, la crianza dataficada en un hogar donde la conexión depende del saldo en un plan prepago? ¿Qué significan la vigilancia o el “cuidado digital” cuando el único celular de la casa lo comparte toda la familia?
Estas preguntas no invalidan el marco teórico del libro, pero sí exigen una ampliación: una mirada situada, interseccional y atenta a las formas de apropiación, resistencia y agencia tecnológica propias de América Latina. Y una invitación a investigadores locales a hacer foco en estas emergencias. Como bien han mostrado investigaciones locales, aquí la tecnología no solo se consume: se recicla, se reinterpreta y, muchas veces, se convierte en herramienta de cuidado comunitario y resiliencia cotidiana.
Una agenda abierta que nos interpela
Más que respuestas definitivas, La plataformización de la familia ofrece un mapa y una agenda de investigación que deberíamos tener en cuenta en América Latina para observar cómo y de qué manera nuestras familias están siendo -o podrían ser- impactadas por las plataformas. Como bien señala su introducción, se trata de una “provocación” más que de una conclusión. Y en tiempos donde lo personal es cada vez más digital y lo digital cada vez más íntimo, ese tipo de provocación es, quizá, lo más urgente que podemos leer.