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Periodismo, plataformas e inteligencia artificial: ¿Un nuevo orden informativo?

¿Cómo impacta la inteligencia artificial en el periodismo? ¿Cómo integrarla en las redacciones? ¿Qué saberes y habilidades necesita un periodista hoy para desempeñarse con éxito? Con estas preguntas -y otras más- la carrera de Comunicación Social de la FHyCS (UNaM) me invitó a dar una charla en el marco de la celebración del Mes del Periodista. Es que el auge de la inteligencia artificial en todos los ámbitos y la velocidad con la que avanza nos obliga y empuja a correr tras ella. A veces, sin detenernos a pensar dónde estamos, hacia dónde vamos… o de dónde venimos.

Por eso decidí que mi charla no buscaría responder esas preguntas de forma lineal, sino aportar contexto. Comprender los cambios estructurales y simbólicos que atraviesan a la comunicación y al periodismo en esta era -más allá de modas o herramientas- me parece clave para pensar el presente y proyectar el futuro de la profesión.

Y eso implica dibujar un mapa que ponga en perspectiva la comunicación y el sistema de medios, trazando un recorrido desde el nacimiento de los mass media, en la sociedad industrial, hasta este presente de “sociedad cibernética” como la llama el filósofo hongkonés Yuk Hui.

Un mapa sin territorio

La comunicación es una práctica profundamente humana y constituye un pilar fundamental en la construcción del entramado social. No solo refleja nuestras formas de vida, sino que también moldea las estructuras y dinámicas que organizan la sociedad.

Los mass media -diarios, radio y televisión- fueron un emergente de la sociedad industrial. En ese contexto, los medios masivos funcionaban como sistemas centralizados de producción y distribución de información: emitían mensajes homogéneos dirigidos a grandes audiencias. Se trataba de un ecosistema mediático basado en la unidireccionalidad y la escasez: pocos emisores, muchos receptores, una cantidad limitada de canales y una agenda común. En definitiva, una comunicación “de uno a muchos”, sustentada en el esquema lineal emisor–mensaje–receptor, con un feedback eventual y poco estructural.

La irrupción de las tecnologías digitales vino a quebrar esa lógica lineal. Al estar estructuradas en red, cada nodo -cada persona conectada- puede ser emisor y receptor a la vez. Hoy, con un teléfono en la mano, cada uno de nosotros se convierte en un punto activo dentro del flujo informativo: intervenimos y somos intervenidos de forma simultánea y continua. La comunicación ya no se organiza en torno a centros emisores, sino que fluye de manera descentralizada, fragmentada y personalizada.

En 1964, el pensador canadiense Marshal McLuhan estudió este fenómeno -en especial la televisión- y entendió a los medios como “prolongaciones del cuerpo humano” y observó que más allá de lo discursivo, cada medio moldea nuestro pensamiento y nuestras prácticas. Así acuñó una de sus más célebres frases: “El medio es el mensaje”. Es decir, de la manera en que se presenta el medio, es el impacto que tendrá en nuestra forma social. Para fundamentarlo explicó que el libro impreso no solo permitió difundir y expandir ideas, sino que también moldeó una forma de pensamiento lineal, secuencial, analítico, favoreciendo la introspección individual. La televisión, en cambio, promovió una cultura de la inmediatez, la imagen y la simultaneidad, alterando la manera en que percibimos el tiempo y la realidad.

Pero con las tecnologías digitales las cosas son bastante diferentes: la diferencia fundamental es que los medios digitales están regidos por código binario. Es decir, no sólo son electrónicos, sino que están atravesados y configurados por un nuevo lenguaje que impone sus propias lógicas y propone nuevas interfaces y nuevas interacciones: La mediación algorítmica.

Está más que claro que estos medios han dado lugar a una cultura fragmentaria, interactiva, e hiperconectada. Donde el flujo constante de información redefine no sólo lo que sabemos, sino cómo lo sabemos y cómo lo compartimos.

En la era de las redes, ya no son solo las personas quienes deciden qué se comunica, cuándo y cómo. Son los algoritmos quienes organizan la circulación de la información, jerarquizan contenidos, determinan lo visible y lo invisible. No actúan desde una intencionalidad editorial, sino desde modelos de cálculo, predicción y optimización de atención.

Ya no vivimos bajo un régimen de escasez informativa del que hablaba Mac Luhan, sino de abundancia y sobrecarga, donde el verdadero poder está en decidir qué ver y qué ignorar. Y esa decisión está mediada —cada vez más— por sistemas automáticos que aprenden de nuestros comportamientos.

Si en 1964 McLuhan sintetizó: el medio es el mensaje. Hoy podemos decir que el algoritmo es el mensaje.

En este nuevo orden informativo, pensar la comunicación -y particularmente el periodismo- exige ir más allá del dominio técnico-instrumental (el saber hacer); sino que implica repensar el lugar que ocupamos los humanos frente a sistemas que procesan más información de lo que podemos abarcar, en tiempos que nos exceden. Y no sólo distribuyen contenido según los propios criterios establecidos previamente por algoritmos, sino que modelan formas de percepción, interacción y subjetividad.

Periodistas y algo mas

Frente a este panorama, el periodismo enfrenta desafíos inéditos: ¿cómo conservar la centralidad en un entorno donde la lógica de visibilidad está mediada por algoritmos opacos y en el que las narrativas se generan por modelos de lenguaje que pueden imitar estilos y formas? ¿Cómo formar profesionales capaces de comprender y negociar con estos nuevos “mediadores”?

Comprender que ya no estamos en la era del broadcast sino en la del feed, que ya no le hablamos a una audiencia general, sino a burbujas algorítmicas, es un primer paso para repensar el oficio.

En mi charla, propuse no solo pensar en nuevas herramientas, sino en nuevos marcos mentales. La inteligencia artificial y los algoritmos llegaron para quedarse, pero no para reemplazar lo humano, sino para desafiarnos a redefinirlo.

Tal vez hoy el periodismo no consista únicamente en “contar lo que pasa” o ser un “narrador de la realidad”, sino en entender que estamos viviendo en una sociedad diferente, marcada por entornos digitales que fragmentan la realidad a límites nunca antes explorados, creando mundos virtuales, generando fakes news y obligándonos a redefinir conceptos que dábamos por sobrentendidos, como el de verdad.

Ser un narrador de este tiempo implica no solamente entender cómo se filtra lo que se ve para aplicarlo a nuestros posteos, sino analizarlo, ponerlo en discusión. Interpelarlo ofreciendo a nuestros interloutores un contexto que les permita recuperar el pensamiento crítico. Ir mucho más allá del pront, recuperar la escucha y la mirada humana.

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